Siempre fui un tío simpático, o eso era lo que solían decirme. Cortés, educado y expeditivo. El hombre idóneo para tomar una caña y una tapa. Sensible y voraz. Hasta ayer… Ayer en el supermercado, comprando café, magdalenas, pan de molde y manzanas, me di cuenta de que ya no soy así. De repente, sin previo aviso, sin anestesia, supe, mientras metía las manzanas en una bolsa de plástico, que soy un misántropo.
De repente vi dos fotografías.
Sospecho que la destreza para comparar dos escenas proviene de un tercer plano, pero no soy suficientemente inteligente para describirlo.
(Bucear en el arte es lo único que quiero.)