#133 Diálogos (III)

La vida se repite. ¿Verdad que sí? Monótona, rutinaria y cíclica. Te has pasado tú, amigo, muchos años intentando avanzar, pero no en esos objetivos que todo el mundo se propone, no, no, tú has querido avanzar como ser humano; has querido descubrir quién eres; plantarte en la cima de una montaña que, si nosotros te pidiéramos describir, puede que no supieras expresarte con palabras, pero la vida se repite. La existencia de los humanos en la Tierra parece adscribirse a una especie de destino cuya tozudez e inmutabilidad nos obliga a ser de una manera, a tener una cantidad de dinero predeterminada, a trabajar en lo que vida quiere que trabajemos, qué puta la vida, eh, amigo. Qué puta.

¿No?

¿No es verdad lo que digo?

Vaya…

Tú quieres romper ese cristal. Veo que no te has rendido todavía.

¿Seguirás luchando por tus sueños?

Pues… tienes más moral que el Alcoyano.

Está bien, está bien, no te enfades. Retiro lo dicho.

Anuncio publicitario

#119 Diálogos (II)

Mírate, ahí estás: detrás de la barra, secando la vajilla. Pero macho…, ¿no te aburres con ese trabajo? ¿No te cansas de soportar borrachos? ¿A gente solitaria que ahoga sus penas en alcohol? Es parte del oficio, ¿verdad? 11 horas diarias, de pie, tragándote el egoísmo de tu jefe y aguantando a los ‘pesaos’ de turno. ¿Ligas mucho? ¿Alguna rubia con un buen par de tetas ha intentado ligar contigo? Estás muy poco hablador esta noche… Ponme otro cubata, por favor.

[…]

Mi mujer era rubia; una persona encantadora, aunque, quizá, yo no supe valorar en su justa medida la dimensión que aportaba a mi vida. ¿Fumas? ¿Quieres un cigarro? ¿No fumas? Haces bien…

[…]

¿No tendrás por ahí un mechero?

[…]

El borracho viene al bar porque quiere vivir. ¡Qué te voy a contar a ti! Viene porque se aferra a la vida; la naturaleza actúa sobre él como actúa sobre el resto de seres humanos; agarrándose a la existencia: como dicen en los pueblos: «A un clavo ardiendo». A los bares los considera teatros…

[…]

Escenarios donde se cuentan mentiras que, paradójicamente, muestran grandes verdades. ¿Es curioso, no crees? La certeza a través de la incertidumbre: la realidad a través de la ficción. Ponme otro…

[…]

No, no; no hace falta que cambies el vaso; ponle un hielo solo.

[…]

Tú, que eres el mejor espectador de todos, aunque, como camarero, también interpretas un papel en esta función, tienes la perspectiva más amplia; más nítida: no te hallas bajo los efectos del alcohol; nos ves tal y como somos; tienes la mejor butaca. ¿Sabes? Te envidio. Tú disfrutas más que nadie del espectáculo; en cierto modo no sería descabellado afirmar que la función está hecha para ti; para que extraigas tus propias conclusiones. Noche tras noche, las entrañas de la vida te dan a ti y solo a ti la explicación cuasi científica del ser humano. ¡Estudia filosofía! ¿Estudias? ¡¿Sí?!

[…]

¿Qué estudias?

[…]

No quieres decírmelo.

[…]

No te permiten intimar con los clientes, es eso, ¿verdad?

[…]

Supongo que nuestra relación ha de ser efímera por naturaleza. Me voy a otro bar, a lo mejor tengo suerte y la persona tras la barra se salta a la torera las normas y mantiene una relación conmigo.

[…]

¿Qué te debo? Cóbrate…

[…]

¡Espero que hayas aprendido algo con esta representación teatral! Ja, ja, ja… Sé que ha sido corta, pero estás muy callado esta noche: aunque, pensándolo mejor, los intercambios personales suelen ser asimétricos. Tu silencio es ley de vida.

[…]

Ojalá hayas aprendido algo de mí.

[…]

Chao. Adiós.

#118 Diálogos (I)

—Si en alguna ocasión ves que no persigo mi sueño, si observas que trato de ser agradable con todo el mundo, si fuerzo las relaciones a mi alrededor, si provoco el aplauso facilón y baboso del público, si soy políticamente correcto y si, al leerme, percibes en mis palabras un solo color, una sola voz, si, acaso, la estructura de mi texto te resulta infantiloide…, pégame un tiro en la cabeza.

—No digas tonterías.

—Hablo en serio.

—Tú sabes que jamás te haré daño.

—Te lo pido a ti porque eres mi mejor amigo.

—Me niego.

—No me dejes morir antes de tiempo. Si algún día me ves palidecer, mátame.