—Queda Vd. detenido.
—Voluntariamente me entrego.
— ¿Voluntariamente? No diga tonterías. Estaba al punto de cometer un crimen cuando nosotros…
—¿No le parece demasiada casualidad todo esto, señor agente? ¿No se ha planteado en ningún momento que el criminal y el delator sean la misma persona?
—¿Fue Vd. quien nos avisó? No tiene mucho sentido, la verdad…
—No tiene sentido porque su perspectiva es la del crimen, su círculo se cierra sobre sí mismo si el evento principal es la desgracia, pero este suceso, para mí, sí tiene sentido, es mi expiación.
—Oiga, mire, creo que se equivoca. La expiación no es exactamente lo que dice usted. Antes de ser policía fui profesor de literatura durante 20 años y puedo asegurarle que emplea Vd. mal dicha palabra. Es a través de un tercero…
— Lo sé, lo sé. No se esfuerce. Repito: he aquí mi expiación.
El rostro del policía se contrajo en una extraña mueca; dudaba de si aquel hombre era verdaderamente consciente del significado del término expiación; parecía muy convencido de ello, se mostraba muy seguro, muy tranquilo. El agente tenía una última cuestión; una pregunta con cuya respuesta saldría de dudas. Dijo:
—Entonces sabrá que no es sino a través de un tercero…
—Ya le he dicho que lo sé, no tiene por qué explicármelo. Por fin, después de un largo periodo, mi conciencia se verá desposeída de la enorme carga que soportaba.
—¿A través de qué o de quién?
Voz en off: a través de ti, lector.