Allí estaba él, a pocos metros del escenario de la única plaza del pueblo, allí languidecía él, encargado de sonido de una orquesta contratada para las fiestas patronales; con unos guantes amarillos desgastados en los bolsillos traseros del pantalón, posando sus hastiados dedos en las bandas del ecualizador, allí, allí estaba él, con la mirada perdida e inerte el corazón.
¿Quién soy yo?, te preguntas.
Me exiges una respuesta clara, anhelas, deseas una dirección, unas coordenadas, porque todos los seres humanos necesitan un hilo de donde tirar; la boca de un túnel por donde acceder; un sí; un no. ¿Dónde? ¿Cómo? Y sobre todo quién.
Inaceptable es la idea de la no-idea.
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