«Por la fosa nasal derecha le salía un hilo de sangre ennegrecida».
El panorama literario español es deprimente y desolador. En un momento determinado de lo que llevamos de siglo XXI —yo, personalmente, no sabría determinarlo con exactitud— los juntaletras de este país y las editoriales han podrido y echado a perder la oferta que las librerías nos brindan a los lectores y lectoras.
«Tengo frío», pensó.
Siguen, y siguen, y siguen lanzando cada semana y cada mes múltiples novedades literarias sin ser ni remotamente conscientes de que lo están emponzoñando todo por el mero hecho de probar a ver si hay suerte.
«Mucho frío».
Ya no excitan nuestra imaginación. Sólo podemos recurrir a escritores muertos. Mezclan géneros. Inútilmente intentan epatarnos sin darse cuenta de que no cuidan los detalles; aprovechan su lista de seguidores en RR SS. para vender a lo sumo un millar de ejemplares. Se han idiotizado y nos han idiotizado.
«Los puntos de luz de las rendijas de la ventana se desenfocaron… Se acordó de su infancia y de su madre».
Se cancelan entre ellos. Discuten. Se pierden. No escriben sobre el miedo. Sus personajes no intentan sobrevivir. Son escritores, pero no se dedican a la escritura.
«La ambulancia llegó pasados 11 minutos y 7 segundos».
Yace en el suelo sin vida