#1 Inapresable

¿Alguna vez os habéis parado a pensar en quién es el receptor de las frases que el escritor vomita en sus momentos de mayor angustia? El mundo, me diréis, pero yo os insisto, ¿podéis acotar la búsqueda o centrar el tiro un poco más en la diana? Decidme: ¿A quién le escribe? A él mismo no tiene ningún sentido porque él ya sabe todo eso, él ya conoce la historia. ¿A quién entonces? ¿A quien le hizo daño? No, ¿verdad? El enemigo es absolutamente consciente del odio de quien escribe (también, del cariño, lo son los amigos). El escritor, en mi opinión, no puede escribir sino a alguien irreal; no es posible escribir de otro modo; el autor busca un fantasma a quien decirle: «Eh, tú, sí, tú… mira, este es el universo de mi psique. Cómpramelo. Quiérelo.» Con cada tecleo el escribidor brinca hacia una nueva dimensión: se exaspera si la génesis de su escritura procede del mundo tangible.

Por tanto, tú, lector o lectora, no perteneces a la realidad, eres inapresable a la ciencia, no puedes ser capturado por el reino del conocimiento.

Yo te saludo.