El acto de andar

Vas por un camino, recogiendo algunos de los múltiples objetos que atraen tu mirada y tu atención. A veces el camino se empina, tienes en esos momentos que doblar la espalda hacia delante, desarrollar una mayor fuerza con los cuádriceps de tus miembros inferiores y jadear, jadear sin parar. Y sudas. Y también te cabreas. Lloras hasta un extremo inaudito. Maldices todas y cada una de las características que tiene la senda que pisas bajos tus pies; las buenas; y las malas. Quieres otra senda, aunque no pocas veces has transitado esta misma senda sin ser consciente del tránsito y ahora que lees estas líneas caes en la cuenta de ello: andar el camino sin pensar en el camino es la mejor manera de andar. Todos a tu alrededor te han dicho que nadie conoce el final del camino, acaso, que existen nodos en él, como hoy que es Nochevieja: nodo o estación donde se arma la estructura, donde, también, por desgracia, puede desmoronarse el edificio. Llegará un momento—ahora voy a meter tu cabeza en el barreño del futuro: te vas a ahogar—en que los adornos del camino ya no te importen tanto, tampoco te importen los otros caminos que se cruzan con el tuyo. Empezarás ineludiblemente a pensar en el camino de forma abstracta, a darle importancia, a darle toda la importancia al acto de andar.

El acto de andar.

A las 19:39h del 31 de diciembre de 2022 en la terraza de un bar tomando un café.

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