Leer

Al leer, sobre todo cuando lees porque quieres leer, porque tienes una enorme necesidad de sumergirte en la lectura, tu cerebro está en disposición de alcanzar nuevas cumbres, no importa si estas reflejan imágenes, pensamientos o sentimientos, no importan el género ni el tipo de literatura; se parece bastante a coger el coche un domingo por la tarde e ir en pos de un lugar que te dé fuerzas para el lunes, un lugar—un libro—donde poder verter tu personalidad con el lenguaje de otra persona. Leer en muchos casos con las espadas en alto, con la presencia de un convidado ciertamente molesto, un juez, quizá un agente del Mossad, un tipo venenoso, que, mientras tú lees, te mete cizaña para que escribas. A veces lo ignoras. Otras tomas nota de lo que propone. Puede, incluso, estar irremediablemente atado al texto; texto que busca parir texto.

¿Y si, como yo ahora, al escribir este post, por un mecanismo secreto, incognoscible, estuviese leyendo en lugar de escribiendo?

Leer y habitar uno de tantos planos… Ayer fui al museo y vi una obra que era una caja con una pequeña ventanita. Al entrar en la sala (la caja estaba al fondo a la izquierda), sentí la necesidad de ver a través de la ventanita qué había en su interior: había una persona de pie mirando una caja con una pequeña ventanita.

Leer… leer como tú lees ahora. No deberías descartar que por encima de ti haya otro como tú que lee que tú lees; tú escribes y él escribe que tú escribes, o ambos leéis lo que yo leo, pero yo no sé si esto está escrito por ti o si él escribe lo que tú lees.

Leer

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