La escena transcurre en la arboleda frente al cementerio, donde un hombre muy bien vestido (con un traje cruzado negro antracita, camisa blanca escrupulosamente almidonada, corbata azul acero y gabardina de pecho largo gris) pasa por delante de la puerta del camposanto, mirando de reojo… pero consciente, demasiado consciente, de que es aquí.
¿Quién soy yo?, te preguntas.
Me exiges una respuesta clara, anhelas, deseas una dirección, unas coordenadas, porque todos los seres humanos necesitan un hilo de donde tirar; la boca de un túnel por donde acceder; un sí; un no. ¿Dónde? ¿Cómo? Y sobre todo quién.
Inaceptable es la idea de la no-idea.
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