Ondulante como un alga en el fondo del océano, aquella blancuzca cortina se movía de un modo tan lento que resultaba artificial a la vista. El aire incorpóreo y tenue motivaba las insinuaciones de la tela. Tras ella, potente como los antiguos focos que usaban los gangsters en sus crueles interrogatorios, la luz del sol explotaba… y pintaba… las curvas de aquella cortina.
<Cortina ondulante>. <De perenne movimiento>. <Luz del sol>.
—¿Nos levantamos ya? —pregunta con su voz dulzona, aguda y femenina.
—No —le contesto.
Pongo mi mano en su abdomen desnudo y la deslizo lentamente hacia su pubis por debajo de sus bragas.
Empiezo a besarla…