La musicalidad de las palabras parece ser una cuestión nimia e irrelevante en la creación literaria, porque las palabras no hacen música; no, no la hacen: sólo la música hace música. ¡Sólo la música es música! A menos que una notación musical lleve unida una sílaba tras ella… esa sílaba siempre será, por sí misma, una simple sílaba. La palabra escrita, empero, posee un aspecto sinuosamente eurítmico, cuyo campo semántico linda con la musicalidad; la literatura, en muchas ocasiones, se eleva de manera armónica, equilibrada y completa. Aquella venerable filípica por boca del cura en la casa de los condes abroncando la imaginación de don Quijote se intuye (antes de terminar de leerla) cadenciosa e irrebatible, pues, como dijo el enérgico sacerdote, no habían ni caballeros andantes ni malandrines en La Mancha. Pese a cerrar su discurso como se cierran las melodías (sobre una nota concreta que cohesiona una obra musical), instando al de la Triste Figura a volver a su casa y a ocuparse de su hacienda, las líneas de Cervantes no son música. No, no lo son; pero contienen, en las frases subordinadas y en los signos de puntuación, una ritmicidad soberbia. Sin ningún Re, sin ningún Mi. Sin Fa, sin Sol, sin La. No encuentras tampoco el Do… o quizá Si.
#134 La musicalidad de las palabras
Publicado por 921kibu
¿Quién soy yo?, te preguntas. Me exiges una respuesta clara, anhelas, deseas una dirección, unas coordenadas, porque todos los seres humanos necesitan un hilo de donde tirar; la boca de un túnel por donde acceder; un sí; un no. ¿Dónde? ¿Cómo? Y sobre todo quién. Inaceptable es la idea de la no-idea. Ver todas las entradas de 921kibu
Publicado