El personaje que hoy os presento estuvo durante muchos años (aproximadamente desde los quince hasta bien pasada la treintena) persiguiendo con ahínco la felicidad; firmemente convencido de que la desdicha y la fortuna lo precedían, de que, en el futuro, se hallaba un tesoro, un tesoro como el que Edmond Dantés halla en la isla de Montecristo. En un momento dado, no obstante, sin que nadie de los de su alrededor le advirtiese, fue consciente del gran error en que se hallaba: en el futuro no había ningún tesoro… el tesoro estaba en el pasado; y entonces, como si la vida fuera una gran noria en un parque de atracciones, cambió la dirección de su mirada; cambió su perspectiva, y en lugar de mirar hacia delante… empezó a mirar hacia atrás.
¿Qué podemos nosotros, como lectores, decirle a este hombre? ¿Le decimos que la existencia humana no posee un punto de fuga evidente y obvio? ¿O dejamos que él llegue por sí mismo a esa conclusión?