—Si en alguna ocasión ves que no persigo mi sueño, si observas que trato de ser agradable con todo el mundo, si fuerzo las relaciones a mi alrededor, si provoco el aplauso facilón y baboso del público, si soy políticamente correcto y si, al leerme, percibes en mis palabras un solo color, una sola voz, si, acaso, la estructura de mi texto te resulta infantiloide…, pégame un tiro en la cabeza.
—No digas tonterías.
—Hablo en serio.
—Tú sabes que jamás te haré daño.
—Te lo pido a ti porque eres mi mejor amigo.
—Me niego.
—No me dejes morir antes de tiempo. Si algún día me ves palidecer, mátame.