Antes de que lea lo que voy a escribir, debo advertirle que el título de esta entrada número 112 persigue adrede el engolamiento del lenguaje; busca la cacofonía palabreresca; un suelo enfangado con restos de basura donde viven cuatro cucarachas, dos cisnes y un búho.
Hacia ir de donde no sí a la par (tres).
Ahora, puede Vd. leerme con absoluta tranquilidad: ¿por qué hago esto? Porque el emisor de un mensaje escrito está obligado en primera instancia a decidir si las palabras alumbran una imagen clara como la proporcionada por la luz de un potente foco o si por el contrario el lenguaje es como la vidriera de una catedral que no sólo aporta luz sino que actúa como un filtro de la misma.
Ésa, y no otra, es la primera pregunta que debe formularse un escritor a sí mismo cuando se halle frente a frente con una hoja en blanco.
¿Pongo un flexo… o pongo un vitral?
A veces, con frecuencia, mi prosa se engola. Damos fe
Me gustaLe gusta a 1 persona
Inspirada por tu gran número de lecturas, tu prosa a veces se eleva, sin embargo, te has obcecado en la idea de parir un tropo diario… y eso tiene un precio, amigo: el fango.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Escribir a vuelapluma, sin más revisión que la que ofrecen cinco minutos, es eso, sí, estoy de acuerdo: revolcarse en el fango. Escribir así, a diario, lo seguiré haciendo, pero exponerlo no, para qué. 2020 viene así. Porque lo que ofreces sobre la marcha, deja de tener valor. Si dosificas, por pura ley de la oferta y la demanda seguro que valdrá más. Lo estoy pensando y pensado quedará para el 31 de diciembre. Verás.
Me gustaLe gusta a 1 persona