No voy a escribir la fatídica frase que ha venido taladrándome el cerebro durante toda la semana. «Incide tú todo lo que quieras. Repítete a ti misma todo lo que te dé la gana. Has de saber que no vas a ser escrita porque este papel no te pertenece; el lugar de donde tú vienes es el único lugar al que tú aspiras: el vertedero».
Y ahí te vas a quedar.
En la maternidad de un hospital levantino, hace muchos años, al final de un agónico parto, una joven parturienta oyó llorar a su primogénito y ese primogénito, hoy, cuarenta y seis años después, no va a permitir la antítesis de aquel lejano lloro.
No sé quién soy, porque la búsqueda de la identidad humana desemboca en un concepto resbaladizo, pero sí sé quién no soy.
No soy el del vertedero.
Soy ese junco inquebrantable al que el huracán puede incluso someter hasta casi rozar la tierra, pero no me rompo. No me voy a romper nunca. Ni la muerte podrá destruirme porque mi huella en los demás jamás se borrará.
Mi total desaparición vendrá de la mano del tiempo… No tendrá lugar en un vertedero. La veré en unas coordenadas espaciotemporales que la razón humana no alcanza a entender.
Felicidades
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Bendita confianza la tuya!! Esta semana me voy a leer TODO tu blog, ¡Qué lo sepas!!
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¡Espero que su lectura te haga sentir o te haga pensar!
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