Están preocupados por vomitar su ácido discurso. Están ansiosos por plasmar en un papel las soflamas feministas que hoy en día tan en boga están. A los (mal llamados) literatos de este país ya no les preocupan los altos vuelos de la literatura. Les preocupan los replies, los RT, el impacto mediático y, sobre todo, el dinero. No importa cómo: si hay que exponerse y ridiculizarse en un podcast, o si hay que dejar titulares de brocha gorda en entrevistas de chichinabo, se dan, hombre, se dan, sin pudor.
Sin remordimientos.