No hagas caso de la crítica. La crítica no sirve. Los cimientos de la crítica solo son los gustos del crítico. No exagero. Créeme. La crítica en el arte es un ejercicio inútil no porque los críticos sean inútiles, sino porque el arte tiene como principal y única función tocar el alma de quien a él se acerca. Desde la honestidad o desde la maldad, cualquier análisis a posteriori de una obra no es sino una explicación burda, pues, de otro modo, todos seríamos genios. Observa el simbólico insecto kafkiano: ahora resulta evidente; pero eso no quiere decir nada: lo que de verdad importa, lo auténticamente relevante tiene lugar antes. Anclada a las emociones del individuo, la disertación favorable hacia un libro o hacia una película pende del hilo que hace temblar el corazón del crítico.
Y ese hilo, ay, amigos, ese hilo… no vibrará jamás a través del raciocinio. No, no, no…
Es indiferente si te emocionaste viendo a Josh Brolin en Infinity War contemplando el amanecer tras la aniquilación de la mitad de la vida en el universo o si, por lo contrario, lo hiciste hace 39 años viendo cómo Robert De Niro acariciaba la mano de Cathy Moriarty a través de una verja en Raging Bull.
Da igual si lo hiciste con el perro de ojos rojos y llameantes, de Conan Doyle, o si lo hiciste con la cabeza cortada de Sorel en la mesa de mármol, de Stendhal.
Esto en la crítica de música se ve muy claramente.
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Decía Pavarotti: «Quien sabe hacer música la hace, quien sabe menos la enseña, quien sabe menos todavía la organiza, y quien no sabe la critica».
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