Viene corriendo hacía mí. Hace unos días habíamos quedado en que hoy saldríamos a correr. Va calentando al trote. Cuando llega a mi altura, con su sempiterna cara de angustia y tristeza, dice «Hola, qué tal.» Le contesto que ya estoy preparado para nuestra particular lucha contra el kilometraje y el crono. Me dirijo a él con una sonrisa… porque sé seguro que está pasando por una mala racha. Todas las veces me pregunta si me importa que se ponga los auriculares para correr y yo siempre le contesto que no pasa nada, pero, hoy, extrañamente, no se los ha puesto.
Hablamos durante los 10km.
Está divorciándose de su mujer. Me dice. Una profundidad que yo ya conozco. Pienso. Durante uno de los paréntesis de nuestra plática en carrera, le pregunto qué música escucha cuando se pone los cascos. «Mozart», dice justo entre dos inspiraciones forzadas. «Es la música más pura que conozco».
La literatura no puede ser creada sino hilvanando diferentes planos. No existe ningún runner. No hay carrera. Ese calentamiento es mentira. No hay ningún divorcio. Soy yo, sí, yo, sentado en el sofá de mi habitación, escuchando la sinfonía nº40 de Mozart, frente a una hoja en blanco que se va llenando de pequeñas hormigas negras con la forma de las palabras.
El triste se desahoga. El impasible escucha. Y en el parque, las farolas envejecidas y amarillentas ven pasar a nuestros dos corredores…
No, hombre, no. ¿No te he dicho ya que son ficticios? (Los lectores necesitamos saltar planos: percibir el contraste de la narración pese a que paradójicamente el texto es bidimensional).
[Escribir] es fácil cuando abandonas tu ser, es fácil cuando vuelas.
Muy bueno, yo soy runner y tengo un amigo… que se está divorciando y voy a quedar con él para este finde, ahora mismo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
No pierdas de vista el «plano» donde os situáis.
Me gustaMe gusta