#66 La literatura de vanguardia

No sabes por qué pero a ti te gusta más la palabra ‘vnagaurdia’ que vanguardia.

Hoy quieres hablar de la literatura de vanguardia. ¿Que qué de qué? Ríe el cliente y ríe el mesonero. ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? Tú vas a la tuyo, vanguardista: el libro necesita, el libro requiere de, el libro suspira por un aventón. ¡Córcholis! La RAE te susurra al oído que aventón es también lo que de joven tú solías llamar autoestop!

Sorpresas te da la vida.

La vanguardia en la ficción. Nos acompañas en el sentimiento, porque lo tenemos jodido jodido. Otro cliente riendo y otra vez el camarero imitando e imitando. Los que escribieron hace unos años reflexionaron sobre la vanguardia narrativa y dijeron dijeron dijeron. ¿Qué dijeron? Buena pregunta. Tú has leído pocas respuestas, pero una de ellas, la más conocida de todas, la respuesta más guapa y atractiva, (¿era además presumida?), es aquella que sostiene que dentro de una novela cabe todo. Y tú ahora ya no tienes dudas: la risa del camarero es más falsa que un duro de chocolate, se ríe porque ríe el que pone 10€ encima de la barra, por eso la limpia: pa que pongan pasta. ¿Cabe todo todo todo en una novela? Venga, hombre, no exageres. Cabe un asesinato. Cabe un viaje. Pero, Seño, Seño…, ¿cabe lo que no cabe? Sí.

Ya que estás ahí sentado leyendo lo que tú escribes, tú mismo te vas a dar la opción, en un guiño guiñoso de vanguardia, de interactuar con tus propias letras. A ver: ¿quieres escribir de un modo sencillo, convencional y afable sobre la dificultad y la complejidad que entraña explorar lo desconocido en el arte de la literatura? No, ¿verdad? Tú prefieres —admítelo, sé valiente— mezclar lo que ves con lo que piensas, mezclar lo que tu sistema nervioso periférico capta con lo que tu sistema nervioso central expulsa. ¿Ves al mesonero pidiendo limosna? Limpia que te limpia. Pasa el paño que te pasa. Pasa, hombre, pasa. Tenemos de todo. Todo tiene cabida en las entrañas de una novela. Sacas un billete 10€ de la cartera y lo pones (ya sabes tú dónde), lo coge y te cobra. Cuando llegues a casa seguirás escribiendo en el portát… Si portátil acaba en -il, y todos lo sabíamos sin verlo, ¿por qué no ibas tú a poner unos puntos suspensivos? ¿Eh?

Ya has llegado (nosotros simplemente hemos comenzado un párrafo nuevo). De camino, en una tienda de comestibles de esas donde el tendero te saca la cuenta con lápiz y papel, te has jugado 10€ a la Primitiva. Has pasado calor en la calle porque pica hoy el sol que no veas. ¿Por qué difícil? Pues porque han transcurrido muchos años desde los primeros garabatos del ser humano. Se han escrito muchas y muy brillantes novelas y en el saco va quedando cada vez menos sitio. El saco de las novelas brillantes y magníficas, claro. De los otros sacos no te apetece hablar (escribir). Ahora piensas que nadie quiere innovar. Lo que todo el mundo quiere es lo que quiere el camarero cuando limpia la barra: dinero, hombre, dinero. Quien a día de hoy escribe (has colocado este paréntesis para proporcionarte a ti mismo un breve espacio donde reflexionar sobre la persona que a día de hoy escribe) lo hace porque quiere ganar mucho dinero vendiendo libros.

No obstante, el explorador o exploradora —hasta un límite inimaginable— tendrá que luchar a brazo partido con los editores. Será una pelea a vida o muerte (no hay peleas de otro tipo pero todo quisqui pisa este charco, lugar común que ahora pisas tú), porque el editor busca (y tú ya sabes lo que busca el editor) dinero. El vanguardista explorará el terreno, pero si quiere de verdad irr más allá, arrastrado al estudio concienzudo de los manuales de narrativa se verá. Pero Seño, Seño…, yo no lo entiendo, no lo entiendo —qué incordio de niño, por favor—, Seño tengo una pregunta. Si los vanguardistas quieren hacer cosas nuevas, ¿por qué tienen que estudiar un manual donde se explica cómo se hacen las cosas antiguas? Para cerciorarse, precisamente, de que son nuevas.

Te gusta el maridaje entre sensación y pensamientos, tomas otra taza más y escribes que el entorno ahora es muchísimo más tranquilo, tu SNP recibe imágenes de un salón amplio, limpio y silencioso. Es la hora de la siesta en el pueblo. Estas líneas ya no te resultan tan ásperas y entrecortadas como las del principio de la entrada cuando estabas en una cafetería tomándote un café. Has dejado el móvil en la habitación, ahora la escritura en soledad evoca calidez. ¿Te preguntas si morirá la literatura? No, no lo hará. ¿Cambiarán el soporte y el estilo? Sí, sin duda. Los nacidos en los 60, 70 y 80 morirán y los que vienen detrás se embriagarán (embriágate, decía Vaudelaire) de una manera distinta. Pero la ficción no perderá vigencia, no dejará de fascinar al lector y se acercará con mayor rigor y exactitud a la verdad que la no ficción. Pero el mundo del libro necesita un aventón vanguardista y ello pasa por un conocimiento profundo del asunto.

Ha transcurrido un mes desde que pusiste el punto y aparte en el anterior párrafo y los lectores, por una doble concepción del tiempo entre escritura y lectura, son un segundo más viejos. Quien lee un segundo; tú un mes. Qué cosas, chico. No debes confundir un fenómeno editorial con un fenómeno literario. De los primeros, en venideros años, veremos unos cuantos. De los segundos… será mucho más raro, improbable, asistir a un evento vanguardista. Será muy difícil leer una obra brillante, rupturista (te gusta este adjetivo).  Tú lees  autores que ya están en el 95% de los casos bajo tierra. ¿Por qué? No sabrías decirnos pero te resultan más interesantes; cada viernes cuando vas a la librería y (h)ojeas a los contemporáneos españoles, no notas en tu interior lo mismo que te hacen sentir aquellos que crían malvas desde sus tumbas. ¿Quién experimenta hoy en día? Tú tienes noticia de Enrique Vila-Matas; autor que parece haber comprendido el momento estanco, estático, que vive el mundo de la novela. Nos recomiendas su lectura. Nosotros estamos acostumbrados a la presencia de un narrador convencional, pero con Vila-Matas nos veremos sorprendidos por una figura difusa que no lograremos enfocar: unas veces veremos al típico escribidor de historias y en otras veremos a Enrique. Nuestro cerebro bailará a dos (o tres) aguas. Estás seguro de que nos parecerá un ensayo y no sabremos muy bien qué ocurre. Y nos adviertes de que a lo mejor no nos gusta… Pero así es la vanguardia. ¿O deberías escribir vnagaurdia?

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