No es posible (ni tampoco saludable) vivir dándole la espalda al instinto. La racionalidad, más tarde o más temprano, se impondrá y homogeneizará, sin compasión y sin rubor, todo. Pero hasta su llegada un gravísimo error estratégico sería despreciar armas tan poderosas como el instinto y la intuición.
En el campo de las novelas, en la llanura editorial de la ficción, pululan muchos escritores que, aun sin haber leído ni una sola de sus líneas, no ejercen sobre mi persona ningún influjo sino, más bien y por desgracia, repulsión.
Marías es uno de ellos.
¿Por qué, en este buffet, tengo yo que comer de un plato que no me llama la atención? ¿Por qué?