En Ana Karénina, de Lev Tolstói, podemos ver —algunos la verán difusa pero yo la veo muy nítida— la presencia del escritor en un personaje de la novela. Sí: Tolstói convertido en la figura más determinante del porvenir de la protagonista, pero no (o no solamente) con la omnisciencia del narrador, sino, además, con la figura que recomienda no conceder el divorcio a Ana.
Esa figura es un personaje absolutamente innecesario porque el destino de ella, desde las primeras líneas del libro, trazado está; al marido y a su nueva pareja no les hace falta ni por asomo un consejero para dirimir el tema del divorcio.
Otra prueba de ello viene del hecho de que dicho personaje sueña con esa fatal decisión.
Maravilloso Tolstói…